La reciente prohibición del burka en Francia es un claro ejemplo de estrategias que buscan solucionar un problema, pero a falta de entendimiento de las verdaderas realidades de este, termina exacerbándolo. El pasado 22 de junio de 2009, el presidente francés Nicolás Sarkozy declaró que el burka “no es bienvenido en el territorio francés, ya que no es un símbolo religioso, sino un símbolo de opresión contra las mujeres.” Aunque esta declaración tuvo buena acogida en gran parte de Europa Occidental y Norteamérica, la realidad es que está en lo incorrecto. Muchas mujeres musulmanas usan el burka por decisión propia para expresar sus propios puntos de vista sobre la modestia y el pudor que nacen de su religión. Asumir que todas lo usan por obligación de sus esposos o que se sienten oprimidas al hacerlo es una generalización innecesaria que logra, de manera increíblemente eficaz, ignorar el verdadero problema: el maltrato contra las mujeres.
Sí, hay mujeres inmigrantes que quisieran dejar de usar el burka, pero lo hacen por obligación social. También hay mujeres que son oprimidas y maltratadas si intentan rebelarse contra estas tradiciones. Prohibir el burka en lugares públicos y cobrarles a las mujeres que lo usan una multa de alrededor de $190 USD sería equivalente a, por ejemplo, multar a las mujeres que usaban ropa “provocativa” al momento de ser violadas. El único punto a favor de esta nueva ley es que la multa por obligar a una mujer a usar un burka en público es considerablemente más alta que la de usarlo. La realidad es que el problema no es la ropa que usan las víctimas cuando se comete un crimen contra ellas, sino el crimen en sí. El maltrato contra las mujeres es una realidad, al igual que la opresión que muchas mujeres musulmanas inmigrantes a países occidentales sufren. Lo único que el gobierno logrará castigándolas a ellas por usar un burka en público es que ya no se les permita salir de su casa, cubiertas o descubiertas, haciendo el maltrato contra ellas más severo y menos público. Los actuales países occidentales, sobre todo aquellos que dicen haber dejado atrás su mentalidad colonialista, deberían empezar a considerar que “más occidental” no necesariamente es sinónimo de una mejora.
Escrito por Francisco García González, LRI.
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