Alguna vez, estoy segura, han debido tener algún amigo extranjero que les preguntó ¿y quién es ese del billete de cien? Si no supieron cómo contestar y no tuvieron la iniciativa de investigar después de haber pasado vergüenzas al no conocer su propia historia, de ir a saciar su inquietud o curiosidad, deberían sentirse avergonzados. ¿Por qué la falta de interés? Uno saca el pecho y dice con orgullo “soy mexicano” o colombiano o chileno o incluso latinoamericano y sin embargo no sabe lo que conlleva esa identidad. Es normal no saber a dónde vamos en la vida, porque cada uno crea su camino día a día pero ¡cómo es posible no saber de dónde venimos y cuáles son nuestras raíces! El bicentenario de las naciones latinoamericanas se festeja actualmente con gran júbilo y es por lo que me doy la libertad de compartir un poco de historia acerca del por qué se es posible celebrar estos doscientos años de independencia como latinoamericanos:
Pedro Domingo Murillo es un nombre resonante en la historia latinoamericana. Murillo nació en 1757 en La Paz, futura capital de Bolivia y fue criado en una familia humilde de origen mestizo. Estudió derecho pero se dedicó a la minería. ¿Qué hizo que este abogado de sangre mestiza se convirtiera en una figura clave de la historia hispanoamericana? Su oposición a la injusticia y a la subyugación española de las naciones mestiza e indígena. En el año 1805, los revolucionarios de la ciudad del Cuzco entraron en acuerdo con los hombres eminentes de La Paz y especialmente con Murillo para rebelarse el 16 de julio de ese año; pero el intento fracasó. A pesar de haber sido encarcelado, Murillo no desistió de su causa y cuatro años después de su captura, el 16 de julio de 1809, Murillo y los patriotas de la Independencia proclamaron la revolución popular abiertamente. Estallada la revolución de julio, el virrey del Perú, temeroso de que la chispa revolucionaria iniciada en La Paz se propagara en América, envió un ejército al mando del presidente de Cuzco. El ejército fue victorioso y empezó a castigar a los rebeldes, quienes fueron en última instancia capturados. El 29 de enero de 1810, Pedro Domingo Murillo, Basilio Catacora, Buenaventura Bueno, Melchor Jiménez, Mariano Graneros, Juan Antonio Figueroa, Apolinar Jaén, Gregorio García Lanza y Juan Bautista Sagárnaga, cuyos nombres han pasado a la posterioridad con el título de los nueve Protomártires de la Independencia de Bolivia y de Latinoamérica, fueron ahorcados en la Plaza de Armas frente a la Capilla del Loreto en La Paz. Este acontecimiento resonó en toda América Latina y fue así que comenzaron a levantarse los pueblos latinoamericanos, dando legitimidad a las grandes palabras que pronuncio Pedro Domingo Murillo antes de su muerte: “La tea que dejo encendida, nadie la podrá apagar, viva la libertad.”
Este es uno de mis verdaderos héroes. ¿Cuál es el tuyo?

Escrito por Grecia Ilusión Cardona Moscoso, LAF.